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Aprender a ser tiempo con Luis Cruz-Villalobos


Por DIANA FORTE

Responsable del área de comunicación y escritora

Palabra que dormía

 

Una vez que se ha leído la poesía de Luis Cruz-Villalobos (Santiago de Chile, 1976) es difícil imaginar una vida en la que esta no exista ya en nuestro día a día. Editor y escritor prolífico, con más de sesenta libros en su haber, Luis nos concede esta entrevista, llena de conocimiento y naturalidad, para el número de febrero. A continuación, charlamos con el poeta sobre la creación y su último libro: Ser Tiempo. Cuéntanos, Luis, ¿cuándo apareció la poesía en su vida?

Fue algo paulatino. Recuerdo que en mi infancia siempre me produjo una atracción muy particular la sección de poesía en los libros de castellano del colegio. Pero tal vez el poema más antiguo que recuerdo fue uno que aprendí de memoria y que aparecía en mi libro de inglés de segundo o tercer grado de educación básica (primaria). Decía así:

 

Flying man, flying man, open the sky,

where are you going flying so high,

over the mountain and over the sea,

flying man, flying man, can you take me?

 

………………………………………

 

Hombre volador, hombre volador, abre el cielo,

¿a dónde vas volando tan alto,

sobre la montaña y sobre el mar,

hombre volador, hombre volador, puedes llevarme?

 

Salía el dibujo de un hombre volando sobre las nubes. Tanto el poema como la imagen eran muy simples y quedaron grabados en mi memoria hasta hoy. Era como una especie de invitación a volar, una solicitud, un anhelo.

 

El poeta como hombre volador, como pájaro en las alturas. Háblanos, por favor, un poco más sobre este concepto.

Creo que el poeta, en parte, hace esto: se eleva sobre las cosas y las contempla, las intenta describir desde otros lugares e invita a los demás a ver desde allí. Ese poema, como también fue el caso de «Miedo» de Gabriela Mistral, me invitó a mirar de un modo distinto. Recuerdo que cuando leí ese gran poema de la afamada poeta chilena a mis siete u ocho años, y con una dislexia muy marcada (hasta hoy), no logré comprenderlo plenamente y, por lo mismo, me cautivó. El uso de las metáforas para una mente que aún no tenía sus «operaciones formales» (como diría Piaget) en funcionamiento era un desafío enorme, pero me animó y atrajo mi curiosidad. También me invitó a volar y a ver la realidad desde otros ángulos, menos prosaicos.

Pero, sin duda, como lo he comentado en otras instancias, fue Vicente Huidobro y Nicanor Parra quienes me abrieron con claridad el mundo de la poesía, como maestros, como tutores de mi lenguaje, especialmente con sus respectivos poemas «Arte Poética» y «Manifiesto». También recuerdo un poema «en el que entré», donde pude observar el poder de la poesía; allí se describía hermosamente una casa abandonada a la que pude entrar casi sensorialmente… Nunca he vuelto a encontrar ese poema ni a saber quién fue su autor, aunque hoy me resuena mucho a una oda elemental de Neruda. 

 

Parece que su idilio poético comenzó a través de un tipo de poesía sensorial y metafórica, con poéticas ya transgresoras en Latinoamérica.

Así es. La poesía apareció en mi vida, por tanto, de la mano de poetas de mi país. Me parece que muchos países se describen como «países de poetas», pero nuestro caso puede ser especial al respecto, pues somos un país geográficamente aislado, por el desierto y los hielos, el océano y la cordillera, que vive constantemente catástrofes naturales, en especial grandes terremotos, y con una historia marcada por dolores e injusticias, de ahí que la melancolía, tan amiga o hermana de la poesía, sea un rasgo de nuestra idiosincrasia como nación, también marcada por un dejo de ironía antipoética en medio de lo adverso. El hablar oblicuo, propio de la poesía, se presenta como un gran recurso en el aislamiento y el dolor.

Uno de mis primeros poemas, que quedó perdido en mis cuadernos de adolescencia, consistía simplemente en la descripción de un álamo que observaba frente a mi ventana. Recuerdo que lo describí en primera persona; quien hablaba era el álamo. La poesía, desde el inicio, para mí tuvo una especie de función autometamorfoseadora. El hablante lírico fue siempre la principal figura literaria que tuve a mi disposición para la creación poética. Esto también lo observé en trabajos como los de Tagore, quien cantaba como una aldeana a su amado o como un niño a Brahman, lo cual animó el uso de este recurso que considero fundamental, hasta hoy, para poder expresar desde otros lugares lo íntimo y, en ocasiones, también lo universal.

 

Se puede intuir la cantidad de libros que le han influido a lo largo de todo este vasto desarrollo literario. Sin embargo, como ocurre con muchos de los maestros y referentes, también nos interesa saber cuál es su proceso creativo y, por supuesto, si se considera un escritor de la inspiración o de la técnica.

Para mí, la creación poética es una especie de exégesis intuitiva. Un proceso hermenéutico. Así como Hermes (el Mercurio romano), considerado por algunos el dios de la música, pues se le atribuye la creación de la lira y la flauta (así como a Jubal, nieto de Caín), también era dios de los ladrones y engañadores (pues, desde pequeño, fue uno de estos), de los viajeros, pastores, mercaderes y, principalmente, el dios intérprete de los dioses y de los humanos, la poesía es una «técnica de Hermes», una Hermes-tecné, una hermenéutica. Es decir, un tipo de interpretación de la realidad, pero que tiene algo de musical, algo de delictiva y mentirosa, de errante y pastoril, como también una pizca de pragmática mercantil y utilitaria.

La poesía me parece un tipo particular de lectura interpretativa de la realidad, en sus múltiples facetas. En mi experiencia personal ha estado presente como una especie de herramienta desde la que he articulado vivencias emocionales significativas, tales como pérdidas abruptas o alegrías inmensas, pero también me ha servido para acercarme de modo intuitivo y profundo a textos filosóficos, teológicos, biográficos, e incluso a otros textos poéticos. También ha sido un medio para interpretar experiencias sensoriales, es decir, me ha ayudado para interpretar obras musicales, fotográficas y pictóricas, incluso culinarias. Muchos de mis libros han surgido, por ejemplo, como trabajos de fotopoesía, donde la fotografía inspira el poema y este es una interpretación de esa obra, aspirando a conformar un todo unitario como expresión artística.

Respecto a si la poesía para mí es un quehacer que realizo por inspiración o como un oficio técnicamente situado, podría decir que es fundamentalmente lo primero. No puedo negar que he estudiado la poesía, tanto como rama de la literatura como a nivel filosófico y antropológico, incluso teológico (como es el caso de la teopoética que aborda el filósofo John D. Caputo). También psicológicamente la he estudiado, su importancia y sus aportes terapéuticos. Sin embargo, escribir poemas para mí ha sido una actividad cotidiana los últimos treinta y cinco años. He escrito sin parar. Creo que la poesía se desarrolló en mí como un hábito no forzado, virtud o vicio, no lo tengo tan claro, tal vez ambos. La poesía brota por inspiración, pero literalmente toda cosa, acontecimiento, persona, texto, obra de arte… logra inspirarme. Suelo escribir sobre lo que sea y en cualquier momento. El acto mismo de escribir, en mi experiencia íntima, tiene algo que podría sonar psicopatológico (un trabajo compilatorio de mis poemas que se han publicado en diversas revistas de literatura a nivel internacional, y que será próximamente publicado en Rumania como capítulo del libro Un poema que nunca termina, lleva el título «Compulsión Poética», tal vez haciendo alusión a esto), pues he escrito compulsivamente, pero además por medio de un tipo de inspiración propia de la escritura automática, de tal forma que al detenerme a escribir suelo «oír» una voz interior (no una alucinación auditiva, vale aclarar) previa a la escritura de cada verso del poema. Suena extraño al expresarlo así, ahora que lo pienso, pero es así mi experiencia. Escribo lo que «escucho», no otra cosa ni algo parecido, sino específicamente lo que escucho. Posteriormente podría retocar algún verso, acomodar alguna palabra, pero nada demasiado relevante. De ahí que siempre me haya hecho mucho sentido el poema de Bukowski «¿Así que quieres ser escritor?», con sus drásticas declaraciones, tales como:

 

Si no te sale ardiendo de dentro,

a pesar de todo,

no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón

y de tu mente

y de tu boca

y de tus tripas,

no lo hagas.

 

[…]

 

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,

espera pacientemente.

Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

 

Si primero tienes que leerlo a tu esposa

o a tu novia o a tu novio

o a tus padres o a cualquiera,

no estás preparado.

 

Qué interesante es esta forma de crear a través del impulso irrefrenable y la escritura automática. Nos genera curiosidad si este modo de hacer creativo afectó a su último lanzamiento, ¿cómo se gestó Ser Tiempo, su último libro?

Ser Tiempo surgió, como suele ocurrir con mis libros, como una compilación de obras poéticas escritas en un tiempo específico, en este caso durante algunos meses del año 2024. Está compuesto por cuatro capítulos, dos de ellos corresponden a conjuntos de poemas escritos desde trabajos musicales. La parte I se titula «On Giacometti», inspirado en el álbum del mismo nombre de la pianista polaca Hania Rani (2023) y la parte III lleva el nombre del último disco del grupo islandés de post-rock Sigur Rós, «Attá» (2024). Cada tema de ambos álbumes se transformaron en un poema, es decir, la música que oí fue interpretada poéticamente. En esta práctica, suelo tardar en escribir un poema lo que dura la pieza musical.

Los otros dos capítulos, aparte de tener cierta tonalidad filosófica e inspiración en lecturas heideggerianas y conexión con vivencias recientes, la principal fuente de inspiración fueron imágenes. Son dos conjuntos de poemas escritos, en su mayoría, desde pinturas, ilustraciones o fotografías. En este caso, es como leer las cartas de un solo participante de un diálogo epistolar. No están las imágenes, solo los poemas que brotaron de ellas. Únicamente la de portada ha quedado como testimonio, la cual inspiró el poema «Bajo el árbol cargado de lunas», que es uno de mis predilectos de esta obra.

El libro tiene un contenido afectivo muy significativo para mí, pues está dedicado a Martín, el primogénito de mi gran amigo Marco Sánchez, nacido el año pasado y en recuerdo de mi primo Javier Zamorano Cruz, quien falleció inesperadamente, siendo muy joven, también en 2024. El nacimiento y la muerte, la temporalidad humana, marcan esta obra en términos temáticos. En términos estilísticos vale mencionar que los dos capítulos de poesía musical fueron escritos originalmente como poesía en prosa. Fueron versificados para esta edición, pues esos capítulos también tienen vida independiente como trabajos de poesía multilingüe.

 

Vemos, pues, impresionados, que poesía, filosofía y música construyen con exactitud los pilares fundamentales de Ser Tiempo, introduciendo al lector en una experiencia sonora, sensorial y existencial. Díganos, ¿cuenta siempre con la filosofía y la música a la hora de escribir?

Tal como lo indiqué más arriba, la poesía en mi experiencia se ha conectado con todo, no solo con la filosofía y la música, sino también con toda vivencia, sensación y conocimiento. La poesía también ha estado presente en mi vida profesional como psicólogo clínico, tanto en el uso de esta con fines terapéuticos, de mis consultantes y personalmente, como también en términos académicos, pues he estudiado su relevancia como proceso lingüístico, cognitivo y emocional, y también sus efectos. En esta línea estoy avanzando en un próximo libro sobre poesía y salud mental que espero publicar próximamente.

Muchos de mis libros están relacionados efectivamente con la filosofía, podrían considerarse poesía filosófica. Sin embargo, un número más amplio de mis escritos tiene un carácter más trascendente y están ligados a la tradición de poesía mística o teológica. Mi interés por la filosofía y la psicología nacieron de mis lecturas sobre exégesis y teología sistemática en mi adolescencia que, a su vez, nació de mi temprana motivación por leer la Biblia, motivada especialmente por mi abuela materna, quien me sacaba de mis juegos de infancia para que «le explicara» a ella algunos textos bíblicos, como narraciones del Antiguo Testamento o parábolas de Jesús. Dentro de mis trabajos de exégesis poética hay varios dedicados a pasajes de las Escrituras.

Respecto a la música, también podría decir que como cantautor y guitarrista aficionado, he observado que la composición de canciones y la escritura de poemas son algo muy distinto. El texto de una canción no surge de modo tan espontáneo, requiere meditación, hay que hilvanar las frases, las ideas. No así con el silencioso poema. Por su parte, la música surge espontanea para el texto que se desarrolla de modo más larvado. Brota espontánea la música cuando se trata de musicalizar un poema que es de mi agrado, especialmente si tiene rima. He musicalizado muchos poemas, de variados poetas (Brecht, Martí, Benedetti, Vallejo, Huidobro…), pero especialmente de Gabriela Mistral. Es una experiencia muy grata esta labor creativa. Aún no he grabado estas canciones de modo profesional, puede ser por el hecho de que no me considero para nada un músico.

 

Se intuye a lo largo de todo el libro, el título y el prólogo; pero nos gustaría saber un poco más acerca de esto. ¿Por qué el concepto de tiempo de Heidegger es tan importante en esta travesía poético-literaria?

El concepto de tiempo siempre me ha interesado, me ha intrigado desde mi adolescencia. Podría decir que una de las primeras cosas abstractas que comencé a pensar, cuando mi cerebro y su desarrollo ontogenético me lo permitió, fue la temporalidad. Heidegger, como uno de los pensadores más profundos y relevantes de este constructo, apareció en mi vida de modo más tardío, en mis estudios universitarios y particularmente en mi formación de posgrado. Antes que él había leído a Agustín y Nietzsche, quienes también abordaban en sus obras el tema del tiempo.

Heidegger resulta significativo dado que instala el tiempo, la temporalidad, como una indicación formal fundamental en el ser humano, ya que para él, en el ser humano, en su existencia, el ser se vive como temporalidad, como un entramado de pasado-presente-futuro donde estamos arrojados camino a nuestra muerte, al cumplimiento y cierre de nuestro tiempo. Es esto lo que planteo poéticamente en el poema del que toma el título este libro: Ser Tiempo. Es decir, el ser como tiempo, la existencia como temporalidad, que, a mi parecer, muy gruesamente resume el libro Ser y Tiempo de Heidegger.

La temporalidad, la muerte, la angustia, la existencia auténtica, donde la muerte es asumida de modo personal y profundo, son temáticas que están presentes no solo en este libro; sino, de algún modo, en casi toda mi obra poética y en varios de mis trabajos de psicología, especialmente los dedicados al afrontamiento postraumático.

 

Sin duda, Ser Tiempo abarca un mundo de contrastes y temas universales necesarios. Nos llaman la atención también los colores, las piedras, el agua, la muerte, los pájaros… Esos elementos simbólicos que construyen repetidamente el libro y que son guías precisos de la invocación poética. Por favor, ¿podría hablarnos un poco más sobre ellos?

Desde el año 2020, que vivo en la precordillera de Curicó, una zona rural, cercana a la Cordillera de los Andes, en una región céntrica del Chile, tengo la gran fortuna de vivir en medio de árboles, esteros y ríos, montes y montañas, aves, caballos y mis perros: Antu, un pastor belga, y Bellota, una rottweiler mestiza. Mi esposa me acaba de regalar una oveja que se llama Juanita, que es muy tierna y simple. Vivimos una vida muy conectada con la naturaleza hoy en día. En mis largos años en Santiago, aunque viví siempre en sectores con más vegetación que la media, mis interacciones con la naturaleza se restringían casi exclusivamente a la observación de las aves que se han adaptado a la ciudad y que las observaba camino a mi oficina. Hoy es muy distinto. Aquí está todo lleno de colores, de acuerdo a la estación del año. Las piedras, el agua, los pájaros… no son solo temáticas simbólicas, sino también mi experiencia directa.

La poesía para mí también es un acto de hermenéutica sensorial. Lo que mis sentidos perciben pasan por la alquimia interna para tornarse poema. No digo que brote oro de esta gestión misteriosa, solo digo que brotan poemas; es decir, callados cantos que apuntan desde un lugar diverso a la realidad cotidiana y la nombran de nuevas formas.

En mi casa, bajo algunos olmos, acacios y un gran aromo, tenemos un pequeño cementerio de nuestras mascotas que han muerto. Allí hay una banca donde suelo sentarme. Es un lugar de mucha paz. Curiosamente la muerte nos deja en silencio, nos permite contemplar. Es uno de los lugares más amables de mi casa. Uno de los misterios de la tristeza es ese: que nos deja detenidos y nos permite apreciar. Aunque también nos puede hundir en la pantanosa desolación. La poesía puede estar al servicio de cualquiera de estas opciones.

 

Además de todo lo que esta lectura provoca, ¿qué es lo que a usted le gustaría que su libro Ser Tiempo evocase en sus/nuestros lectores? 

En general, no suelo tener una intencionalidad evocativa al escribir poemas. Sinceramente, escribo porque no tengo más remedio… Lo hago como una especie de exhalación (o expiración momentánea). Es una forma de ser/estar en el mundo. Tal como lo decía el poeta alemán Friedrich Hölderlin (que Heidegger tenía en muy alta estima y que también analizó con profundidad): «… poéticamente habita el hombre…». En mi experiencia personal, esto es totalmente cierto, pero no el sentido universal y abstracto que lo plantea el poeta según el filósofo, sino de un modo muy concreto.

La poesía brota a cada paso y sin intención. No anticipo un efecto en el lector. Es cierto que cada poema o cada libro de poesía pueden tener una especie de funcionalidad implícita, cada poema o poemario puede ser una botella con su mensaje sobre algún naufragio del que se quiere escapar y que busca un lector que pueda llegar a la perdida costa con su amparo, pero eso lo dejo a los psicoanalistas y sus especulaciones sobre el mundo inconsciente. Yo, simplemente, canto en silencio al escribir, sin lúcidas intenciones. Aunque me he ido encontrando en la vida con personas a las que les resuena mi canto y lo pueden hacer propio, cosa que me parece que también está en el corazón de todo poema. Pero si me animan a tomar consciencia de una intención evocativa de esta gavilla de poemas que he llamado Ser Tiempo, creo que sería el deseo de que más personas puedan conectarse con la profundidad y belleza de esta vida tan frágil que nos toca disfrutar y padecer.

 

Allemande

 

La música me invita a detenerme.

Me cobija curiosamente

en una especia de silencio tibio.

Yo me dejo acurrucar

como en un lecho de lana blanda.

Soy un niño que mira

por la ventana mientras llueve

y se siente en casa.

Así la música,

pero no cualquier música,

sino la que ha sido escrita

desde un corazón amable

y deseoso

del más puro bien sin límites.


Luis Cruz-Villalobos

 

El tiempo por Irene Rus
El tiempo por Irene Rus

 

Semblanza

Luis Cruz-Villalobos (Santiago de Chile, 1976) es escritor y editor, psicólogo y profesor universitario, con una amplia producción literaria en poesía y ensayos académicos, con más de sesenta libros publicados. Es especialista y posgraduado en psicología clínica, doctor en filosofía (Vrije Universiteit Amsterdam), especializado en afrontamiento postraumático y hermenéutica aplicada. Fue ministro presbiteriano por casi dos décadas y, actualmente, ejerce la docencia universitaria de posgrado y pregrado en psicología clínica (Universidad de Chile y Universidad de Talca), y realiza psicoterapia de adultos y parejas en su consulta privada.

Es miembro de varias instancias internacionales, tanto académicas como literarias, y director titular del diario de crítica cultural Cine y Literatura. Entre sus obras poéticas se pueden destacar: Dios Mendigo. Teografías (2012, con traducciones al inglés y al portugués); Poesía Teológica / Theological Poetry (con prólogo del filósofo estadounidense John D. Caputo, 2018); Como Abrazo Exacto y Ven a Mí (2015 y 2017, antologías seleccionadas por el poeta y profesor de la Universidad de Salamanca, Alfredo Pérez Alencart); Con/Cu Cioran (2017, publicación bilingüe español-rumano, traducida y editada por la poeta y profesora rumana Carmen Bulzan); Teoría de la Infelicidad / Theory of Unhappiness (2018 / 2020), entre muchísimas otras.

En su labor como editor, es el fundador del sello internacional de poesía Hebel Ediciones. Ha editado y publicado obras de grandes poetas como Tagore, Dickinson, Vallejo y Huidobro, entre otros, así como un gran número de obras de poetas contemporáneos de los cinco continentes. Dentro de sus ediciones destacadas pueden mencionarse: Poesía sin Fronteras / Poetry without Borders (2022, antología poética internacional en inglés y español, editada junto a Germain Droogenbroodt); Dragon Songs: Brief Anthology of Contemporary Chinese Poetry in English (2024, editada junto a Anna Keiko) y varios trabajos en coedición junto a Stanley Barkan, en la reconocida casa editorial Cross-Cultural Communications de Nueva York.

En el ámbito académico, cuenta con variados artículos en revistas especializadas sobre hermenéutica aplicada al ámbito de la psicología y también respecto a poética y teología protestante. También es autor de la reciente versión hispanoamericana del protocolo SPIRIT para terapia espiritualmente integrada, cuya versión original es usada en el McLean Hospital, asociado a la Escuela de Medicina de Harvard. Dentro de sus libros de psicología más recientes se encuentran: Trauma y Esperanza (2019), Key of Posttraumatic Coping (2020), Positive Coping with Trauma (2021), Manual de Intervención Psicológica Individual (2024) y Psicología del Perdón (2024). Es miembro del comité asesor para el estudio del sufrimiento transformador (transformative suffering) organizado desde el Human Flourishing Program de la Universidad de Harvard.

Parte de su obra poética ha sido premiada internacionalmente y traducida a más de diez idiomas. En 2024, recibió el título de doctor honoris causa de la Academia Tomitana de Rumania, por «su destacada actividad literaria y cultural».

 

Revista disponible solo bajo demanda, para adquirir tu ejemplar envía un correo a: contacto@palabraquedormia.com

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