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Cápsula mineral

Entre piedras negras,

inyecciones de carbono;

material de moluscos y quilópodos.


Muertas en mares prehistóricos,

voces de pantanos;

un organismo, casi un hombre, casi un niño

cae al hueco militar de una caverna,

un socavón asesino,

guarida de mosquitos colosales;

una madre grazna desde un árbol,

y al tiempo que una tibia

rompe la piel y el pelaje del Caverna,

se apagan las luces de su ADN.


El atardecer jurásico

atraía estadios extremos,

las puntas de las iglesias

querían ser estalactitas fúnebres

en las cuevas homéricas

promesas que los inmortales

escriben en sus libros, en su polvo;

secreciones de sudor y semen

                         en la Arena

                         en la grieta de una falla.


El cadáver espera

muertes de estrellas,

agrupaciones nebulosas,

el nacimiento eyaculatorio de un río

                         Guadalquivir

                         Amacuzac

                         Ebro

                         ¡Bravo, Bravo!

                         Arno.


Ahí recibe la furia volcánica,

ahí se intoxica por 30 mil fanáticos

que reclaman los sacrificios primordiales de la sangre.

Y cuando una maza de bronce

rompe el cráneo de Agidio

-un joven celtibero arrestado por robar pan del teatro-

el Caverna despierta de su sueño paleolítico,

surge del suelo como otro gladiador,

ya no cubierto de pelo,

sino Negro, Corrupto, Tóxico de aspiraciones amonites,

y en el swing de un hueso

vuela con su boomerang sobre las cabezas del público

hasta clavarse por la espalda del campeón.


Entre piedras viejas,

inyecciones de carbono;

material de moluscos y quilópodos.


La afición enardece

con los sueños de William

disueltos en un torbellino lácteo.

No tanto cuando escapa,

no tanto cuando aterra,

las calles de Verona;

no tanto cuando engulle

a mordidas los patos del río;

no tanto cuando viola;

no tanto cuando escribe

estas rayas infames

-aliado de coyotes, de serpientes fecundantes.


Un camino Clásico,

un vaso roto,

un niño entre piedras negras:

lo despide la justicia, el exilio.

¿Cómo solapar un corazón negro?

¿Cómo permitirse el hambre de perro?

¿Un corazón fósil,

un corazón?

Allá voy, por los Alpes,

serruchando arenques con el boomerang,

yo, la Caverna,

entre piedras viejas,

entre inyecciones de carbono,

entre material de moluscos y quilópodos.







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Mujer y caracol

Ilustración Diana Nieto



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1 Comment

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Guest
Apr 13
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Poema maravilloso con audio, gracias

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