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Mensaje en el onírico.

Actualizado: 16 mar 2023


Eran las 3 de la tarde, y el teléfono sonó, su mamá contestó la llamada, volteó hacia su dirección y le dijo: - Es para ti-


Ella estaba sorprendida, hacia tiempo que nadie le llamaba a casa, por lo que no dudó en tomar aquella llamada.


Al escuchar su voz, de inmediato le pareció estar en otra dimensión, como si el tiempo jamás hubiese pasado. Pero era una voz preocupada, que rápidamente le dio las siguientes instrucciones:


- Prepárate porque vienen con todo, es mejor que te quedes en un lugar donde puedas estar sola -


No dudó en buscar un cuarto al final de la casa, el más alejado de todos. Ella no sabía si prender una veladora, rezar un rosario, porque aquello le parecía como que iba a llegar un huracán y ella se encontraba sin siquiera una sombrilla.


Las horas pasaron y nada de lo que en esa llamada se decía pasó, simplemente movilizó todos sus recursos para recibir un montón de charlatanería.


Pero hubo algo que si le preocupó y fue el interlocutor del otro lado de la llamada. Hacía años que no lo veía, y dudaba siquiera que tuviese algo con que contactarle, pero sucedió que todavía tenía el teléfono de su casa y fue ahí donde la encontró.


Pero estaban tan lejos el uno del otro, mientras ella dormía el podía estar disfrutando un hermoso día, y mientras él dormía, ella podría estar escribiendo la novela de su vida.


En fin, que el temporal pasaba, las hojas cambiaban de color, y así la vida y los cabellos, se empezaron a llenar de gris en la cabeza y cada uno por su cuenta vivía una vida en paralelo.


Ella sumergida en fiordos, mientras él sumergido en atardeceres en la playa, que conveniente.


Pero había algo que los unía en el onírico y que de alguna manera los comunicaba en sueños, porque ese era el lugar en el que se daban esas citas clandestinas. Todo sucedía de tal forma que al siguiente día la vida transitaba como de costumbre, pero en aquellos momentos en donde podía dejarse mensajes se decía todo en unos cuantos segundos.


Y sucedió una vez más, ella lo vio otra vez, pero esta vez, trató de evadirlo, sin poder lograrlo. Como si él conociera la ruta por la que ella lo esquivaría, justo se fue por ahí, y se vieron de frente, pero esta vez ella sólo sentía paz, una paz tan bien lograda por los años que como monje tibetano ha vivido en aquellas tierras salvajes.


Y así, en paz con la vida y con el alma, sólo quedan los buenos momentos que te da, la singularidad en lo cotidiano.




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