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X vagones y n salarios mínimos

Actualizado: 1 feb

Dos intentos de arranque fallidos, estatismo total, lo incontrolable se empieza a percibir. De un golpe, como dejavu las puertas impasibles al tiempo se abren nuevamente. Sin más, arranca el golpeteo de un zapato al suelo, el cual, sólo logra aumentar la ansiedad de los que con rostros desfigurados buscan el tiempo en sus muñecas. Para otros, aunque atrapados en el mismo destino de x vagones y n salarios mínimos, afrontan la espera con más resignación que ansiedad, saben que si la marcha no se reanuda pronto, cuando el fatídico arribo a esa prisión en forma de oficina ocurra, ya será demasiado tarde. Y un reloj con forma humana, apelara a las reglas para dictar sentencia: "Pues da lo mismo que te quedes, igual te lo voy a descontar". Entonces, cual trueque con el destino, en el que por 30 segundos de tormenta (y un descuento en la quincena), te regresa 8 horas a la vida sin culpa ("¿yo qué?, el metro no avanzaba"). Inmediatamente la resignación se vuelca en esperanza. Si el fatídico hecho ocurre, un abanico de posibilidades se abriría con opciones tan variadas como las capacidades mismas; dormir, leer o practicar el "exquisito, complejo e inútil arte de vestir pulgas", como si la rutina ofreciera una tregua (¿o un trato?). El mundo pareciera convertirse en "la tierra donde se puede lo que se quiere", como si la máquina de piel y hueso se empezara a volcar en un ser humano; pero de pronto, el inconfundible sonido que indica el cierre de puertas y el próximo avance del tren, también dice que hoy no se podrá negociar con la monotonía.


Por Carlos Manuel Durán Hernández @carlosduranhdz

Ilustraciones Diana Nieto @dianahnieto



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