A veces siento que la vida
se clava como delicados fragmentos
de vidrio en la piel;
e intensamente percibo,
las auroras sin fin, que son tu lejanía.
Los pedazos resuenan, crujen, me sangran.
Ahí mis pensamientos,
se vuelven cristales,
y mis pupilas, y te reflejan,
son obsidianas.
Olvidarte
me hace querer romper el espejo
donde siento que se ha ido la realidad
de lo nuestro.
Pero aquí hoy,
tus manos que fueron lumbre
y tu mirada que fue el caos,
son ceniza.
Y ese fino polvo llueve,
cubre lo roto,
suaviza lo que queda de mí,
y lo que soy,
al querer retornar
nuevamente a tus brazos
como si pudiesemos
perpetuar el ciclo.
Araceli Gutoliv
Ilustraciones Diana Nieto

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