Sobre la poesía
*
Antes que el símbolo te plasmara en versos,
cuando ya buscabas la unidad en tu trasmundo,
buscando aprehender lo más tenue,
lo más alado,
lo más profundo,
buscando lo que es en lo tangible,
y en la posibilidad, lo que no es,
que a todo sin miedo da derecho,
hasta lo que nunca podría ser.
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Dispuesta para todos,
desciendes a la vida
para ser devorada como
lo más cercano a una utopía,
vasta como el mar y el pensamiento
que no busca la razón
ni alberga la mentira.
***
La razón, que no es sino renuncia
o impotencia de la suerte,
desdeña la apariencia del instante
al saber que no es intransigente.
Al no entender de lo divino,
condena a las musas,
a los delirios
y a su suerte.
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Con el pecado hecho palabra
y la palabra por sirviente,
de un amor desesperado
que cabalga
también
hacia la muerte.
*****
La belleza que late en lo sensible
y que no logra capturar el poeta,
que saca la virtud de la flaqueza
de la contradicción de su pecado
como ángel inmovilizado
con sus alas y pureza.
Autorretrato de mi condena
«... un autorretrato en malos versos,
triste y receloso como mi propia persona... »
Hermann Hesse
*
Yo soy de esperar más con ansiedad que con paciencia,
tengo los labios lastimados,
tengo orejas chicas
incapaces de distinguir una nota de un lamento,
tengo la cara ovalada,
solo simétrica cuando sonrío
gesticulante, incapaz de blofear,
de nariz ancha, que responde a la ira
como queriendo acaparar más oxígeno,
el soporte para los lentes carceleros
de mis ojos miopes,
que cada vez pasan más tiempo con la mirada absorta;
al final, el futuro solo mira hacia la muerte.
**
Él, con cada despertar, regresa
a la condena de estar siempre atento
para mostrar la máscara adecuada,
no se le vaya a ocurrir ser él mismo ya en el escenario
y que Instagram en pijama lo sorprenda,
o, frente a LinkedIn, olvide el libreto de sus habilidades gerenciales.
Ahora que con cada despertar el cansancio le viene más que la paciencia,
ahora que el boleto de tren a Viena
y el ticket de acceso a un monasterio en Meteora
se le mezclan en la cartera con los recibos de café del Oxxo,
ya sea por la desidia de separar los recuerdos
de las cuentas,
ya sea por precaución
de andar sin amuletos.
***
Soy inteligente en lo seglar por común acuerdo
pero un idiota para las síncopas y contratiempos;
con los mismos dos o tres acordes, mi rutina
con los mismos dos o tres lunares en mi cara.
Casi siempre caigo rendido
y tengo un sueño recurrente,
donde el suelo no me abraza cada paso,
donde la gravedad no me encorva la columna
siendo el presagio de mi porvenir hacia las entrañas de la tierra.
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Tú fuiste labrado sin destinos ni deidades,
en casa grande en barrio pobre,
entre patios de escuela cenizos
como la piel y futuro de tu generación.
Entendiste que ni a Dios ni a los mendigos les importa
si les negaste la moneda por helado o prostitutas,
igualmente te condenan sin la vida eterna
porque no importan los motivos,
lo importante es
si se peleó en la guerra.
Carlos Durán

Carlos Durán. De nacimiento y vida en las calles del monstruo urbano de la CDMX, que por tecnicismos (o practicidades), sus padres le cargaron al registro civil de un pequeño pueblo de la sierra poblana, estado hoy que carga con orgullo en el pasaporte y en la charla (¿de qué parte de México eres?). Con un interés bravío por los libros, la música y la ciencia (así se dice cuando no se tienen muchos juguetes), comienza sus primeros escritos en la escuela secundaria guiado por el poeta mexicano Daniel Téllez. En la búsqueda de música y letras, el devenir lo lleva a cursar sus estudios de bachillerato en el Colegio de Ciencias y Humanidades en el lado sur de la ciudad, donde la filosofía aparece en el camino como un páramo abyecto, misterioso y libre. El brío de su juventud lo llevó al camino de la téchne, cursando la licenciatura de Ingeniería Química en la UNAM y una maestría en Catálisis en colaboración con la Universidad de Málaga. Partícipe activo de foros literarios, talleres de filosofía y poesía.
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