Por LAURA MENA PENEDO
Escritora y revisora de Palabra que dormía
La poesía de Diana Forte es como su apellido: una demostración de fuerza y valentía. Hay mucho coraje y destreza en sus palabras. Cuando se leen sus poemas se tiene la sensación de que su bolígrafo es un cuchillo que consigue desgarrar y extraer todas las capas poéticas hasta llegar al fondo de su mundo interior, hasta llegar a su máxima desnudez.
Diana y yo nos conocemos desde hace años y siempre he admirado su poesía. Recuerdo que en Dublín nos encontramos y me firmó su primer poemario Vulnerable, una obra preciosa, llena de valor, que tiene como tema central el duelo y, precisamente, eso que la caracteriza: la importancia de desnudarse en palabras y de exponer y aceptar la propia vulnerabilidad. Hoy, por primera vez, conversamos sobre cómo comenzó a descubrir la poesía.
Empecé a escribir poesía cuando conocí la música rap, gracias a mi hermano, a los doce años. Esto me llevó a interesarme también por los poetas del siglo de oro en clase de literatura, y después, a investigar por mi cuenta en la sala de estudio familiar que teníamos en casa, donde mis padres guardaban todos los libros que habían recopilado a lo largo de su vida. El resto es historia.
En realidad, nos conocimos en el máster de Escritura Creativa de la Universidad de Sevilla, creo que fuiste a la primera persona que conocí del máster y siempre llegabas a clase con tus auriculares y tu lista de rap. Lo cierto es que nunca te había hecho esta pregunta: ¿qué autores son los que más han inspirado?
La verdad es que, a nivel literario, creo que me han influido mayoritariamente los poetas españoles y las mujeres latinoamericanas. En clave masculina, debo mencionar a José Hierro, Luis Alberto de Cuenca, Vicente Huidobro, Luis García Montero, Roberto Bolaño, Allen Ginsberg, Benjamín Prado y Andrés Neuman, entre otros. Para hablar de la mujer y su influencia en mi poética, tengo que mencionar El ojo de la mujer de Gionconda Belli, que fue un libro hermoso que me abrió las puertas a la energía vital femenina y su gran poder en la literatura. A la escritora nicaragüense y sus poemas, le debo la gran fuerza inimaginable que toda mujer alberga dentro de sí. Otras autoras para mí destacadas a la hora de crear han sido y son: Alejandra Pizarnik, Silvia Plath (diarios y narrativa) o Anne Sexton; menos conocida pero muy original y onírica, la cubano-mejicana Odette Alonso y, por supuesto, Idea Vilarriño.
Qué gran poemario El ojo de la mujer y qué inspiradora la poesía de Gioconda... Veo que tienes una lista de grandes poetas en tu mesita de noche... Muy buena selección. Lo curioso es que hemos tenido tantas conversaciones a lo largo de estos años, pero nunca habíamos hablado en concreto de tu proceso de escritura... Cuéntanos, ¿cómo nacen tus poemas?
Mi proceso creativo va siempre de la mano de una inintencionada pero minuciosa observación de la vida mientras realizo alguna actividad física, como por ejemplo: caminar, montar en bicicleta, escalar o andar por la montaña, y casi nunca comienza con una concienzuda rutina de escritura. Los poemas aparecen tras la reflexión sobre el pasado o mi entorno, en un presente que ocioso se pasea por los recuerdos buscando un significado más profundo en ellos. Generalmente, escribo en el blog de notas del móvil o si puedo permitirme parar a descansar, en alguna de las libretas que casi siempre me acompañan. Después de los primeros destellos de inspiración, dejo reposar el poema o la reflexión hasta, mínimo, un par de semanas. Después, dedico una noche entera a leer todos los poemas que he ido escribiendo durante la temporada y ahí es cuando selecciono cuáles merecen la pena ser pulidos técnicamente, y cuáles permanecerán en privado. Intento que tengan una temática clara para el lector, pese a que los temas que desarrollo son siempre diversos y nunca los escojo, sino al revés. Mi proceso creativo es un poco como decía la periodista y poeta brasileña Clarice Lispector en una de las entrevistas que concedió en 1977: «Yo no soy una profesional, yo escribo cuando quiero. O toca o no toca». Algo así siento yo cuando escribo: ser o no profesional me es irrelevante. O toca o no.
Todas las fiestas
Asistimos a todas las fiestas:
borrachas, radiantes, deseosas
de que la vida estuviese allí,
sobre la mesa llena
de vasos de vino.
Nuestros ojos mojados por la broma.
Caminábamos hacia el sueño de la mujer
despierta.
Vimos valientes y voraces
un amanecer desnudas.
Creímos también que la vida se mostraba
entre el labio de un lugar que olvidaríamos
y la noche en que encontrásemos el resto:
la verdad, la plenitud, otras galaxias;
«Venimos de la atmósfera caliente
—sonreímos—
donde lo que soy modifica la materia,
altera un lenguaje».
Volvimos a casa sin zapatos.
Balbuceamos la vergüenza a nuestros padres.
No supimos comprender el pacto
que las cosas mantienen con la muerte.
Asistimos a todos los guateques, escenas
demenciales, un hacha en la memoria, una herida
con el pezón ardiente en el delirio.
«Lo que acaba derramándose»,
pensamos.
Lunáticas las noches, las veces que inspiramos y
que nunca convocaron
lo que podría recomponernos.
¿Acaso lo veloz y lo profundo
la palabra o el espasmo de la música en la fiesta,
el despertar en un sofá extraño
sin preguntas
no era respuesta?
(SIN TÍTULO)
Si al decir luz extensa
o denso verano
o aquí tu cuerpo de alga rota sobre la
sal del día,
pudieran las palabras someter a nudillo
la imagen equilátera del tiempo acabado;
del estío que terminó y termina.
Sé que habría más lugar para un ocaso tenue,
un pensamiento ajeno sobre la piedra
triste, una catedral francesa mojada por la lluvia.
Sé que el lenguaje provocaría, a fuerza,
un espacio
para los frutos del castaño,
las quimeras,
los ojos que han recogido
la memoria a prisa de septiembre.
Sé que se inventaría de nuevo la semántica
del otoño, la metáfora donde el otoño
pudiese habitarse como un verbo,
donde por fin culminase el vértigo de agosto.
POR SENTIR
(CEREZAS)
Si las metes una a una
en la palma de tu mano
y aprietas
es casi lo mismo que escuchar el reventar de un corazón.
Ojalá mi felicidad fuese una cereza en una mano apunto de apretar.
Diana Forte
Diana Forte (1990). Nací en un caluroso mes de junio entre los limoneros y las huertas de la región de Murcia. Por los cuentos que mis padres me leían antes de dormir, y el diario que me regalaron en mi primera comunión, decidí que mi camino iba en la dirección de las palabras. Así pues, y tras mi paso por la Universidad de Murcia en 2013, para estudiar filología hispánica, busqué como expandir mis horizontes hacia la escritura. De esta forma fue como en 2016 comencé mis estudios de Escritura Creativa en la Universidad de Sevilla. Allí, junto a otros escritores y colegas, creamos tertulias literarias y nos subimos a algunos escenarios. Pero no fue hasta que emigré a Irlanda en 2017, que comencé a barajar la posibilidad de publicar un libro con todos los poemas que había escrito a lo largo de mi vida. En 2020, en plena pandemia, mi sueño se hizo realidad y pude, por fin, dar a luz a mi ópera prima Vulnerable (Ediciones Carena), de la que estoy plenamente orgullosa. A día de hoy, mi pasión siguen siendo las letras y mi gran proyecto vital es seguir formando parte de este maravilloso universo a través de diferentes proyectos con otros artistas. Crear un mundo más honesto y humano, más mágico, donde también poder ayudar a otras voces a mostrar su creatividad sin miedo es mi principal fuente de inspiración.
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